Las enfermeras y su interminable lucha para salvar a los niños del covid-19

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En tiempos de la pandemia del nuevo coronavirus, estas profesionales de la salud deben sumar cuidados médicos y emocionales a los niños que llegan a las áreas del covid-19 del Instituto Nacional del Niño de San Borja (INSN-SB), un instituto de alta complejidad que recibe a diario pequeños pacientes con cardiopatías y patologías neurológicas, entre otras enfermedades. Vea aquí la galería fotográfica

“¿Cuándo me voy a ir?”, preguntaba L. C. T., de 10 años de edad, quien llegó a emergencias del INSN-SB el 17 de agosto; presentaba fiebre, dolor abdominal, vómitos. Tenía taquicardia, dificultad para respirar y un silbido en el pecho. Los médicos comprobarían que se trataba de una neumonía.
Le hicieron la prueba del hisopado, y a los tres días los resultados llegaron desde el Instituto Nacional de Salud: L. dio positivo al covid-19. La niña se aplicó en cumplir a pie juntillas todas las indicaciones que la licenciada Keny Atauje le daba. Jamás ponía mala cara a la hora de ingerir los alimentos o las medicinas.
“Yo voy a hacer todo porque quiero estar con mi familia”, decía la niña con temple de acero. Nueve días después, por la evolución satisfactoria, los médicos le dieron de alta. Las enfermeras del INSN-SB hicieron doble fila en el pasadizo del área covid del nosocomio samborjino y despidieron como se debe a una luchadora: con globos y entre aplausos. “Gracias, me hacen sentir como una reina”, les dijo L. mientras, desde la silla de ruedas, buscaba con la mirada a su mamá.
“Los niños son unos campeones”, dice la enfermera Atauje, quien trabaja en el INSN-SB desde su fundación, hace siete años. En marzo se inició la emergencia sanitaria y su área fue renombrada como Hospitalización Especialidades Quirúrgicas Covid.
Cada día de guardia ella llega en el bus contratado por el hospital, desde que empezó la pandemia, y al ingresar al INSN -SB una colega le mide la temperatura, se lava las manos y, en el vestidor, se pone el uniforme institucional. Ya en su área de servicio se pone ropa limpia y el equipo de protección personal (EPP).
El área de Hospitalización Especialidades Quirúrgicas Covid se ha dividido para casos positivos y sospechosos de covid-19. Al principio había mucho miedo entre “mis hermanas”, como llama Keny a sus colegas, pero poco a poco comprendieron cómo se transmitía el virus y que la higiene resulta fundamental.
En su área de trabajo cuentan con duchas y se cambian antes de partir. En casa repiten la operación. Incluso, las primeras horas, ella la pasa con mascarilla, como una manera extra de prevenir del contagio a su esposo y sus dos hijos, que son menores.
La licenciada Keny Atauje es ayacuchana y desde niña supo que se dedicaría a un tema de salud: su mamá es obstetra; su padre, biólogo; y su hermano, médico. “La mayoría de mis colegas dice que el campo de la pediatría es difícil, pero los niños son un amor, son la esperanza andante; son puros, nobles, no se imagina lo que siento cuando los veo recuperarse e irse de alta. Muchas veces, lloro”.
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La enfermera Evelyn Zavala trabaja en el área de Hospitalización de Especialidades Pediátricas. Por turnos, las 28 enfermeras trabajan junto con los médicos y los técnicos. Es un área muy movida, adonde llegan los menores tras pasar por emergencias.
“Todos los niños son altamente sospechosos, hasta demostrar lo contrario”, explica Zavala, quien trabaja hace tres años en este hospital. Permanecen en su área mientras se espera el resultado de la prueba molecular. Y si salen negativos (que son la mayoría de casos) van directo a los otros servicios; de lo contrario, a las áreas covid.
“Llevo 10 años como enfermera. Hace siete años me enviaron al área de Emergencia Pediátrica y me enamoré del servicio. Me gusta tratar a pacientes tan pequeños y brindarles a ellos y sus padres apoyo emocional; por eso decidí especializarme”.
En tiempos del covid-19, el papel de las enfermeras resulta más importante, ya que los padres tienen prohibido el ingreso a muchos servicios del hospital, tal como sucedía en tiempos prepandémicos, porque se han dado casos de familiares que dan positivo recién a la segunda prueba.
Los que más sufren son los niños que se hospitalizan por primera vez: les choca no ver rostros conocidos y las enfermeras deben desarrollar la empatía para cuidarlos mejor. Evelyn Zavala tiene una niña de 6 años y como madre entiende la pena, el dolor de los pequeños.
Sabe que paciencia y cariño son la receta para ayudar a los pacientitos a sobrellevar la hospitalización. Que cada niño es un mundo al que hay que tratar de manera diferente, conociendo sus propios miedos y costumbres. Con los pacientes que tienen más de 5 años hacen videollamadas para que sus padres vean cómo los saludan. También coordinan con el área de Psicología para que se entretengan y adapten mejor a la vida en el hospital con juegos y tareas.
“Las enfermeras pediátricas tenemos mucha carga emocional. Por eso, en cada ingreso de turno oramos para que nos vaya mucho mejor y que nos humanicemos más”, comenta.
Por decisión propia, Evelyn Zavala ha preferido todo este tiempo no dar abrazos ni besar a su hija. “Uno nunca sabe que podemos llevar el virus y contagiarlos. Es duro para nosotras como madres, pero siempre se lo explico a mi hijita”. ¿Si cambiaría de especialidad? “Me reafirmo, una y mil veces, me encanta lo que hago, el poder brindar cuidados especiales a nuestros niños nos satisface a todas”, dice.

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“Cualquiera no trabaja con las vidas humanas. El personal de salud tiene un don bendito”, resume la directora general del INSN de San Borja, doctora Zulema Tomás.
Sobre la oferta de enfermeras pediátricas en el Perú, la exministra de Salud recuerda que no es fácil encontrar a estas profesionales. “Tenemos un gran déficit en el país en estas subespecialidades, en enfermeras intensivistas pediátricas, en neonatología, emergencia pediátrica y todo lo que es cirugía y rehabilitación”.
El INSN-SB es un hospital de alta complejidad y el 80 % de sus pacientes llega referido de otras regiones del país. Durante la pandemia, solo dependiendo de la patología y la edad del menor ingresan los padres. Ellos se quedan internados, contando con comidas, espacios para su higiene y descanso, gracias a que el nosocomio es fruto de la gestión público-privada.
“Ya no es como antes, cuando todos los niños podían ingresar con su papá o mamá y eso ayudaba mucho a su recuperación inmediata porque el niño se siente protegido. Ahora el niño no ve a su familia. Por ello, la función de la enfermera es muy importante porque debe acompañar al bebé, al niño y darles soporte en la salud emocional”, dice.

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