En Barcelona: Con el padre enfermo y ‘obligado’ a ir a clase

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¿Recordáis La vida es bella , esa película donde un Roberto Benigni en estado de gracia oculta y endulza una terrible realidad a su hijo? Pues eso mismo. “Mamá, ¿por qué el papá va tantas veces al médico?, pregunta Izan, de 11 años. Y su madre, Elvira Vegas Serran, de 49, se reprime las lágrimas y recurre al humor escatológico para hacerle reír y mantenerlo ajeno a todo. “Porque papá tiene el estómago revuelto. Por eso también va tanto al lavabo. ¡Qué olor más fuerte, ¿verdad?”.

“¡Sí, ja ja ja!”, responde él, que luego añade: “Pero cuando a mi me duele la pancha se me cura enseguida. “Sí, pero papá es mayor y le cuesta más”, añade ella. Luego, aprovechando cualquier excusa, se encierra en el taller de escultura de arcilla que tiene su casa, en una localidad de la comarca barcelonesa del Vallès Oriental. Y allí, sin que nadie la vea, el embalse de sus lágrimas se desborda. Jorge Rodríguez Vicente, tiene cáncer. Se curará, por supuesto que se curará, pero…

Pero tiene cáncer y ni él ni su esposa quieren que Izan se asuste. Cada vez les cuesta más tranquilizarlo. Entre otras cosas porque nadie sale de casa desde el pasado mes de marzo. Primero por la pandemia y el confinamiento. Y después porque en junio apareció el adenocarcinoma. Un informe médico insta a que todos los miembros de la familia extremen las precauciones para evitar riesgos innecesarios. En el caso de Jorge, que trabajaba en una empresa de reciclado de residuos, el coronavirus podría ser un muro junto a un abismo.

Por eso, para evitar poner en peligro a su padre, Izan tampoco va al colegio. Y aquí vienen los problemas. “El centro se ha portado de maravilla con nosotros. Cada semana nos envían los deberes por correo electrónico. Nuestro hijo los hace y se los reenviamos a su tutor, Hèctor, que los corrige y va supervisando así su progresión”. Es una solución temporal y que no garantiza que Izan pueda ser evaluado, a no ser que el departamento de Educació de la Generalitat le autorice a cursar los estudios de forma telemática o en casa con un profesor de apoyo.

Hace unos días, Idoia, la directora de la escuela, a la que esta familia pone por las nubes, como a todo el claustro, les telefoneó. Fue un jarro de agua fría. Se habían puesto en contacto con el departamento de Educació para comunicarles los pormenores de la situación, incluido el taxativo informe de la doctora de cabecera. El documento exige “extremar las medidas de aislamiento del paciente” y de todos “los miembros del núcleo familiar”.

Para no exponerse al virus, hacen las compras por internet y únicamente salen de casa para los periódicos reconocimientos médicos. Los padres de Izan querían que su hijo recibiera clases virtuales de apoyo y que siguiera con la enseñanza no presencial para mantener la burbuja familiar de la forma más aséptica posible. Estaban dispuestos, incluso, a pagar de su bolsillo a ese profesor, pero necesitaban primero recibir la luz verde de la administración.

La contestación llegó a la escuela a través de un escueto comunicado. La demanda no había sido aceptada “porque no se dan las circunstancias establecidas en la resolución EDU/3699/2007, de 5 de diciembre”. Esta norma fija las condiciones para que los alumnos con enfermedades prolongadas “puedan recibir atención educativa domiciliaria”. En otras palabras, las clases telemáticas o la educación no presencial serían posibles si Izan tuviera el adenocarcinoma, si fuera él quien recibiera sesiones de radioterapia y quimioterapia y si a él lo hubieran ingresado en el hospital Clínic por una oclusión intestinal. Como es su padre, no.

“Tengo cáncer, no puedo contraer infecciones y me dicen que mi hijo ha de ir al cole en plena pandemia”, se desespera Jorge. Su hijo sigue estudiando en casa. Su escuela no ha recibido los refuerzos prometidos. Hay cuatro maestros y maestras para una clase de 5º. de Primaria con 25 alumnos y otra de 6º. con 26. En las clases de P1, P2, P3 y P4 se han podido reducir las ratios de alumnos, pero no en los dos cursos siguientes. “Enviar a nuestro hijo a un aula reducida ya era arriesgado, aunque nos lo podríamos haber planteado, pero en estas circunstancias es demasiado”.

El informe médico

“Extremar el aislamiento”

El padre de Izan recibe quimioterapia y radioterapia. Su doctora de cabecera “desaconseja seriamente que se exponga a infecciones de cualquier tipo, en especial las potencialmente graves, como la Covid-19”. Su informe insta a extremar el aislamiento del núcleo familiar, así como disminuir al mínimo su contacto social y realizar las actividades cotidianas “de forma telemática”. Sin embargo, para la Generalitat, este certificado médico no acredita que el alumno “sea susceptible” de recibir la atención educativa domiciliaria y el trato que reclaman sus padres.

La próxima tarea escolar de Izan es un comentario sobre una película. Ha elegido Regreso al futuro . La ha visto cien veces con su padre. Dos niños, uno grande y otro pequeño. Se saben los diálogos de memoria. “Jorge es el mejor marido y el mejor padre del mundo. A veces se encuentra mal, pero siempre está dispuesto a ayudar a su hijo para que no se atrase con respecto al resto de la clase”. Él es el primero también en querer evitarle disgustos.

Es así desde que llegó a casa con Elvira aquel día de junio, después del arañazo del cáncer. Estaban destrozados, pero pusieron a toda castaña su canción, Por ti , de El Canto del Loco , y salieron a bailar al jardín. Los vecinos se asomaron a los balcones e Izan, que decía “estáis como una cabra”, se les abrazó y se unió a la fiesta, mientras los altavoces atronaban: “Y cambiaste llorar por luchar en mi nombre. / Por buscarme un lugar donde fuera valiente. / Para ser feliz, conmigo mismo. / Por ti lucharé…”.

Ha sido muy duro para Elvira abrirse en canal y contar estas intimidades. Pidió a la escuela que no dijeran nada sobre los motivos reales de la ausencia de su hijo para impedir que la noticia le llegara a través de sus compañeros. Aunque la foto de Izan está pixelada, aunque no se nombra su escuela ni su municipio, sus vecinos y conocidos ya le habrán identificado. A ellos les pide el cronista: por favor, haced como Roberto Benigni, como estos padres enamorados. Permitid que la vida siga siendo bella para un niño.

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