Señor de los Milagros: conoce al hombre que dedicó su vida como cargador de las andas
A sus 91 años, Pedro Ordóñez avanza con su andador por la avenida Brasil hacia el encuentro del Señor de los Milagros, que recibió -el pasado miércoles 19 de octubre- su tradicional homenaje en el Hospital del Niño. Galería fotográfica
Él es como un niño”, comenta Teresa, su hija, quien lo acompaña en la procesión tras dos años de ausencia de la sagrada imagen en las calles limeñas debido a la pandemia del covid-19.
Y es verdad, Pedrito, como lo llaman los hermanos de la cuadrilla 12, expresa su regocijo en cada paso que da hacia el encuentro del Cristo Morado.
Muy seguro de su objetivo, acelera en su andador y trata de adelantarse a sus hijas ni bien sale de su vivienda, en la cuadra 9 de la avenida Brasil, en Jesús María.
Hace diez años, la presión arterial se le disparó y acompañado por su hija Verónica entró de emergencia en el hospital. Durante su delirio, mientras yacía tendido en una cama de hospital, empezó a entonar el tradicional himno, “Señooor, de los Milagros, a ti venimos, en procesión…”. “Yo no recuerdo nada, pero es lo que me contaron los doctores”, dice.
Trabajó varios años como obrero en la liquidada empresa Electrolima, pero el dato más importante de su vida gira en torno al Señor de los Milagros. “En mi vida se respira incienso”, resume sonriente el señor Ordóñez.
Su padre también fue muy devoto del Cristo Morado, pero nunca había llevado las andas. “¡Has cargado, que bonito, hijo mío! Lo que no hemos podido hacer nosotros, lo has hecho tú”, recuerda que le dijo él.
En la hermandad conoció a su fallecida esposa, Rosa, quien fue hermana sahumadora. Él, por su parte, fue cargador de las andas del Cristo de Pachacamilla por más de 50 años. Así, cargó aquellas pesadas andas hasta que cumplió los 80 abriles.
La imagen del Cristo de Pachacamilla avanza en su recorrido, mientras don Pedro recibe los más afectuosos saludos de los hermanos de las distintas cuadrillas.
Su cansancio es notorio. De rato en rato decide pararse y bajar el ritmo de sus pasos. Su hijo Jhon, quien le sigue sus pasos como cargador, va hacia su encuentro y lo lleva a la cuadrilla 12, en la que los demás integrantes esperan a su capataz honorario vitalicio.
En el corazón de la cuadrilla forman, pasan lista, rezan, “entran a la soga” y toman los relevos de las andas. La actitud de don Pedro Ordóñez cambia: se pone serio, sereno, rendido ante la imagen Señor de los Milagros mientras se pierde en oración entre la multitud.