Europa vuelve a ser el epicentro de la pandemia
Europa vuelve a ser el epicentro mundial de la pandemia, por primera vez desde abril. Un 46% de los nuevos casos de coronavirus detectados en todo el planeta en la última semana se concentran en este continente, que suma el 9,6% de la población mundial. De los 15 países con mayor tasa de incidencia –el número de casos en los últimos 14 días sobre 100.000 habitantes– sólo Argentina, en el número 12, no es europeo. Lideran el ranking Andorra, Bélgica, República Checa, Armenia, Países Bajos, Eslovenia Francia, Luxemburgo, Liechtenstein, Suiza y Montenegro.
Desde mediados de octubre Europa ha vuelto a adelantar a América como el continente que más nuevos casos registra. Sumó este jueves 239.085 infecciones, casi el doble de las 143.411 de todo el continente americano. Ahí aún muere más gente, pero Europa viene pisando los talones. El jueves hubo 2.952 defunciones americanas por 2.482 europeas.
Siete meses después de que la primera ola del coronavirus hiciera estragos en Europa, la segunda embiste sin piedad al viejo continente, derribando las barreras de protección erigidas durante la tregua de verano. Sufren estados que ya lo pasaron muy mal en primavera y estados que salieron casi indemnes. Vuelven los confinamientos y los toques de queda.
¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué ha vuelto a fracasar Europa? Las curvas de evolución de casos dibujan un patrón que se repite de país en país. Algunos antes (España fue el primero) y otros más tarde (Europa del Este y Central), pero la trayectoria es casi idéntica, señala el biofísico Daniel López, miembro del grupo de investigación Biocomsc sobre Covid de la UPC.
De los 15 países con mayor tasa de incidencia, 14 son europeos
“A finales de verano hay un crecimiento lento pero sostenido de los casos, vinculado al cambio de hábitos, hasta que llega un momento en que la capacidad de control se ve superada y las infecciones se disparan de forma explosiva”, dice.
Los datos indican que uno a uno todos los sistemas de vigilancia epidemiológica, la capacidad de detectar casos y rastrear contactos, están siendo sobrepasados. Incluso el alemán, tan reputado, que permitió al país sortear la primera ola mucho mejor que sus vecinos occidentales. Esta semana, al anunciar el cierre de restaurantes y bares, Angela Merkel dijo que Alemania ya no es capaz de rastrear el 75% de contagios.
Ha ocurrido también en países como Italia, que tras la debacle de la primavera parecía estar haciéndolo todo bien. “Los italianos han llevado a cabo un control de mucha calidad, alargaron el estado de emergencia y mantuvieron durante mucho tiempo medidas estrictas –dice López–.
Han tardado más, pero al final también han visto como las infecciones superaban el umbral de control”. ¿Dónde se sitúa ese umbral? Depende de las capacidades sanitarias y de vigilancia epidemiológica de cada país, pero según los cálculos de Biocomsc está en la franja que va de una tasa de incidencia de 100 a 150 casos en 14 días.
Los sistemas de rastreo quedan desbordados una vez se supera la tasa de incidencia de 150 en 14 días
Por encima de estos niveles, ya se hace imposible rastrear contactos. En Europa, sólo Grecia, Noruega, Finlandia y Estonia están por debajo. Andorra supera los 1.700, República Checa y Bélgica, los 1.200. La velocidad a la que avanza la infección en países como Luxemburgo y Eslovenia hace temer que superen el umbral de 1.000 en breve.
Las carencias europeas han quedado en evidencia. Los expertos advertían desde verano que se estaba perdiendo un tiempo precioso y no se había invertido suficiente para reforzar las estructuras de rastreo, mucho menos potentes que en Asia. Los asiáticos fueron los primeros en ser golpeados por el virus pero, con más experiencia en epidemias que los europeos, han salido mucho más airosos.
Con 273.678 muertes por Covid-19, Europa acumula el 23,43% de víctimas mundiales, frente al 7,8% de Asia y Oceanía. Hay quien minimiza la explosión de casos europeos con el argumento de que ahora se realizan muchos más tests. La explicación es válida al comparar con primavera, cuando sólo se hacían pruebas a los que llegaban al hospital y se escapaba todo el resto, pero no tanto con finales de verano, cuando ya se detectaba una gran proporción de asintomáticos.
El porcentaje de tests que salen positivos es inapelable: en Bélgica, han pasado del 2% a mediados de septiembre a más del 18% ahora; del 4% al 30% en Chequia. La mortalidad sigue por debajo de las marcas de marzo y abril, pero las cifras no paran de crecer: en la última semana en muchos países fallecieron tantas personas como en las semanas previas al pico de primavera.
Desde mediados de octubre Europa ha vuelto a adelantar a América como el continente que más nuevos casos registra
Es el caso de Francia y el Reino Unido, que en la última semana han sumado cerca de 1.200 fallecidos, cifra muy parecida a los 1.500 que tenían dos semanas antes de alcanzar el pico de 6.000 muertes en primavera. Lo checos, que en primavera no pasaron de los 52 muertos semanales, están en 725.
La saturación hospitalaria empeora en todos los países. Los ingresos han subido un 88% en Bélgica, donde la mitad de camas de uci están ocupadas. Diez hospitales tienen trabajando a sanitarios positivos pero asintomáticos. “Es muy importante que actuemos rápidamente”, advierte Bruno Ciancio, que dirige el equipo dedicado al coronavirus del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC, en inglés), que señala que suben tanto los contagios como las muertes.
La incidencia media ha crecido en una semana de 250 a 360 casos, y se ha pasado de 17 a 25 muertos por millón de habitantes. La prioridad, subraya Ciancio, es reforzar los hospitales, incluidas las ucis. “Hoy tenemos tratamientos mejores y los casos severos tienen menos probabilidades de morir que en primavera, pero antes debemos asegurarnos que todo el mundo tenga una cama”.
Para frenar los altos niveles de transmisión, muchos países no van a tener más remedio que volver a confinar, admite Ciancio. Lo han hecho ya Bélgica, Francia, Irlanda o Gales. El doctor lo compara con el uso de un antibiótico de amplio espectro. “Matas todas las bacterias, también las buenas, y reduces la efectividad de futuros antibióticos. El confinamiento es algo similar. Bajas la transmisión del virus, de eso no hay duda, pero dañas el acceso de los niños a la educación, el tratamiento de pacientes crónicos o la economía. Y cada confinamiento aumenta la resistencia de la población a las medidas. Por eso recomendamos confinamientos muy quirúrgicos y limitados en el tiempo”, dice.
El experto del ECDC llama a reflexionar sobre los errores que han conducido a Europa a esta situación, para no repetirlos: “En julio y agosto, el virus estaba ahí, aunque la transmisión fuera baja como resultado de las fuertes medidas tomadas en primavera. Si el virus está establecido en la comunidad, su transmisión solo depende de nuestro comportamiento, de si respetamos o no ciertas medidas”, señala Ciancio.
“Ahora lograremos eventualmente bajar los casos, aunque a un alto precio. Por eso, cuando la situación esté bajo control, debemos mantener ciertas medidas durante un largo periodo de tiempo. Está muy claro cuales son: incluyen distancia física, llevar mascarilla y evitar reunirse en lugares cerrados. Estas medidas, respetadas de forma estricta, son igualmente efectivas para mantener el virus a raya. La gente debe entender que esta pandemia es como una maratón y se gana manteniendo el mismo ritmo hasta el final, no haciendo sprints y luego relajándose”.